viernes, 24 de septiembre de 2010

Los planetas


MERCURIO
Es el planeta del Sistema Solar más próximo al Sol y el más pequeño.
Forma parte de los denominados planetas interiores o rocosos. Mercurio no tiene satélites. Se conocía muy poco sobre su superficie hasta que fue enviada la sonda planetaria Mariner 10 y se hicieron observaciones con radares y radiotelescopios.
Antiguamente se pensaba que Mercurio siempre presentaba la misma cara al Sol, situación similar al caso de la Luna con la Tierra; es decir, que su periodo de rotación era igual a su periodo de traslación, ambos de 88 días. Sin embargo, en 1965 se mandaron pulsos de radar hacia Mercurio, con lo cual quedó definitivamente demostrado que su periodo de rotación era de 58,7 días. Esto no es coincidencia, y es una situación denominada resonancia orbital.
Al ser un planeta cuya órbita es interior a la de la Tierra, Mercurio periódicamente pasa delante del Sol, fenómeno que se denomina tránsito. Observaciones de su órbita a través de muchos años demostraron que el perihelio gira 43" de arco más por siglo de lo predicho por la mecánica clásica de Newton.
Mercurio es uno de los cuatro planetas sólidos o rocosos; es decir, tiene un cuerpo rocoso como la Tierra. Este planeta es el más pequeño de los cuatro, con un diámetro de 4879 km en el ecuador. Mercurio está formado aproximadamente por un 70% de elementos metálicos y un 30% de silicatos. La densidad de este planeta es la segunda más grande de todo el sistema solar.


VENUS
Venus es el segundo planeta del Sistema Solar en orden de distancia desde el Sol, y el tercero en cuanto a tamaño, de menor a mayor. Recibe su nombre en honor a Venus, la diosa romana del amor. Se trata de un planeta de tipo rocoso y terrestre, llamado con frecuencia el planeta hermano de la Tierra, ya que ambos son similares en cuanto a tamaño, masa y composición, aunque totalmente diferentes en cuestiones térmicas y atmosféricas.


MARTE
Apodado a veces como el Planeta Rojo, es el cuarto planeta del Sistema Solar. Forma parte de los llamados planetas telúricos de naturaleza rocosa, como la Tierra y es el planeta interior más alejado del Sol. En muchos aspectos, es el más parecido a la Tierra.
Forma parte de los planetas superiores a la Tierra, que son aquellos que nunca pasan entre el Sol y la Tierra. Sus fases están tan poco marcadas que es fácil de demostrar geométricamente.
 Considerando el triángulo Sol-Tierra-Marte, el ángulo de fase es el que forman el Sol y la Tierra vistos desde Marte.
Tiene forma de Curva cerrada con un diámetro ecuatorial de 6.794 km y el polar de 6.750 km. Medidas micrométricas muy precisas han dado un achatamiento tres veces mayor que el de la Tierra. A causa de este achatamiento, el eje de rotación está afectado por una lenta precesión debida a la atracción del Sol sobre el abultamiento ecuatorial del planeta. La precesión lunar, que en la Tierra es dos veces mayor que la solar, no tiene su equivalente en Marte.
Con este diámetro, su volumen es de 15 centésimas el terrestre y su masa solamente de 11 centésimas. En consecuencia, la densidad es inferior a la de la Tierra en relación con el agua. Un cuerpo transportado a Marte pesaría 1/3 de su peso en la Tierra, debido a la poca fuerza gravitatoria.

JUPITER
Es el quinto planeta del Sistema Solar. Forma parte de los denominados planetas exteriores o gaseosos.
Se trata del planeta que ofrece un mayor brillo a lo largo del año dependiendo de su fase. Después del sol es el mayor cuerpo celeste del Sistema Solar, con una masa casi dos veces y media la de los demás planetas juntos. Tiene una mas 318 veces mayor que la de la tierra y 3 veces mayor a la de Saturno
Júpiter es un cuerpo masivo gaseoso, formado principalmente por hidrógeno y helio, carente de una superficie interior definida. Entre los detalles atmosféricos se destacan la Gran Mancha Roja un enorme anticiclón situado en las latitudes tropicales del hemisferio sur, la estructura de nubes en bandas y zonas, y la fuerte dinámica de vientos zonales con velocidades de hasta 140 m/s (504 km/h). Se piensa que puede ser una "Estrella fallida" debido a sus grandes cantidades de hidrógeno y helio.
El planeta es conocido por una enorme formación meteorológica, la Gran Mancha Roja, fácilmente vislumbrable por astrónomos aficionados dado su gran tamaño, superior al de la Tierra. Su atmósfera está permanentemente cubierta de nubes que permiten trazar la dinámica atmosférica y muestran un alto grado de turbulencia.Tomando como referencia la distancia al Sol, Júpiter es el quinto planeta del Sistema Solar. Su órbita se sitúa aproximadamente, unos 50 millones de km del Sol

SATURNO
es el sexto planeta del Sistema Solar, es el segundo en tamaño y masa después de Júpiter y es el único con un sistema de anillos visible desde nuestro planeta. Su nombre proviene del dios romano Saturno. Forma parte de los denominados planetas exteriores o gaseosos, también llamados jovianos por su parecido a Júpiter. El aspecto más característico de Saturno son sus brillantes anillos

URANO
Urano es el séptimo planeta del Sistema Solar, el tercero en tamaño, y el cuarto más masivo. La principal característica de Urano es la inclinación de su eje de rotación de casi noventa grados con respecto a su órbita; la inclinación se limita al mismo planeta, y también a sus anillos, satélites y el campo magnético del mismo.
NEPTUNO
Es el octavo y último planeta del Sistema Solar. Forma parte de los denominados planetas exteriores o gigantes gaseosos, y es el primero que fue descubierto gracias a predicciones matemáticas. Su nombre proviene del dios romano Neptuno, el dios de los mares.
Galileo ya había observado Neptuno en 1611, pero lo había tomado por una estrella.
Neptuno es un planeta dinámico, con manchas que recuerdan las tempestades de Júpiter. La más grande, la Gran Mancha Oscura, tenía un tamaño similar al de la Tierra, pero en 1994 desapareció y se ha formado otra. Los vientos más fuertes de cualquier planeta del Sistema Solar son los de Neptuno.
Neptuno es un planeta muy azulado muy similar a Urano; es ligeramente más pequeño pero su masa es más densa.
La estructura interna se parece a la de Urano: un núcleo rocoso cubierto por una costra helada, oculto bajo una atmósfera gruesa y espesa. Los dos tercios interiores de Neptuno se componen de una mezcla de roca fundida, agua, amoníaco líquido y metano. El tercio exterior es una mezcla de gas caliente compuesto de hidrógeno, helio, agua y metano.
PLUTON
En astronomía, Plutón es un planeta enano del sistema solar, que forma parte de un sistema planetario doble con su satélite Caronte.u gran distancia al Sol y a la Tierra, unida a su reducido tamaño, impide que brille por debajo de la magnitud 13,8 en sus mejores momentos por eso solo puede ser apreciado con telescopios a partir de los 200 mm de abertura, fotográficamente o con cámara CCD.



viernes, 17 de septiembre de 2010

La Tierra como sistema


¿Por qué la Tierra funciona como un sistema?
El secreto está en su origen. Todos sabemos que la Tierra es tan solo un componente de un sistema mayor, el Sistema Solar.  El funcionamiento del Sistema Solar hace pensar a astrónomos y astrofísicos que todos los integrantes se formaron al mismo tiempo que el Sol.
Hace unos  4500 millones de años, una nebulosa, la nebulosa solar, una gran nube gaseosa y giratoria dio origen al Sistema Solar. La nebulosa fue afectada por la explosión de una supernova cercana.  Las explosiones violentas y poderosas de ciertas estrellas al final de sus vidas generan supernovas que  arrojan una descomunal cantidad de materia al espacio interestelar. La explosión  determinó   la formación de un gigantesco disco de partículas que giraban en torno a un cuerpo gaseoso y casi central  donde se  formó el Sol.
Además de radiación electromagnética, el Sol emite un flujo continuo de partículas, el viento solar. Cuando su tranquilo fluir se ve interrumpido por una explosión en la atmósfera solar, en unos pocos segundos el Sol lanza al espacio millones de toneladas de partículas a grandes  velocidades. Estas explosiones pueden ser esporádicas o con una frecuencia diaria, en las fases más activas del Sol. El  impacto directo de estas partículas sobre la superficie terrestre provocaría  indudables daños a los seres vivos. Afortunadamente disponemos de una barrera de protección: el campo magnético terrestre. La Tierra tiene uno de los campos magnéticos más fuertes del Sistema Solar. Aproximadamente un 1 % de esas partículas logran penetrar en nuestra atmósfera a través de las regiones polares, donde la resistencia de esta barrera es menor. Las partículas solares se encuentran allí con los átomos de nuestra atmósfera y de su interacción resultan las espectaculares auroras. Sin embargo, al ir aumentando la densidad de la atmósfera las partículas van perdiendo energía con lo que los efectos en la superficie terrestre quedan muy debilitados. Sin embargo,  las partículas solares producen graves perturbaciones en las comunicaciones y en los sistemas de navegación, junto con problemas en los centros de distribución de energía eléctrica y los grandes oleoductos. Sus consecuencias económicas son importantes.
Durante un tiempo se pensó que la atmósfera y los océanos provenían, en su gran parte, del interior de la Tierra y que el agua y los gases habían sido expulsados en erupciones volcánicas cuando la Tierra estaba en plena formación. Actualmente, cada vez se tiene  más certeza  de que la atmósfera se creó cuando la Tierra ya se había formando completamente, gracias al impacto de cometas provenientes de más allá del Sistema Solar interior. Según los científicos, los gases volcánicos no pueden haber contribuido significativamente a la composición de la atmósfera terrestre. Los gases atmosféricos, y probablemente también los océanos, deben provenir de otra fuente distinta, posiblemente del último bombardeo meteorítico, que fue producido por objetos ricos en hielo y gases como los cometas.

Los estudios planetarios han revelado que los planetas rocosos estuvieron sujetos a un bombardeo masivo durante sus primeros 500-700 millones de años. Para confirmar esta hipótesis se están analizando muestras cometarias, capturadas por la misión de la NASA  Stardust  enviada en el año 2004 hacia el cometa Wild-2 y que regresó a la Tierra un año después. Hasta el momento,  las relaciones isotópicas de la atmósfera son distintas a las halladas en el interior de la Tierra, lo que indicaría que  ésta tuvo que formarse después, a partir de objetos provenientes de más allá del Sistema Solar interior. Los científicos tienen cada vez menos dudas de que "el agua llegó a la Tierra con los cometas".

Además, en el año 2001, el cometa LINEAR sorprendió a los astrónomos al romperse en pedazos cuando pasaba cerca del Sol. Las nuevas investigaciones basadas en datos obtenidos en esa oportunidad, muestran que el cometa estaba hecho de agua, con la misma composición isotópica que el agua que encontramos en la Tierra. El descubrimiento respalda la idea que los impactos cometarios ocurridos hace miles de millones de años atrás podrían haber traído la mayor parte del agua de los océanos terrestres.

El Cometa LINEAR aparentemente se formó cerca de la órbita de Júpiter, una zona del Sistema Solar donde el agua es más parecida a la de la Tierra. Los cometas nacidos cerca de Júpiter son hoy día escasos, debido a que la gravedad del planeta gigante los lanzó hacia el espacio interestelar  y hacia el interior del Sistema Solar hace mucho tiempo. Sin embargo, habrían sido muy numerosos en los tiempos de la formación del Sistema Solar.
Escenario para la vida

La vida en la Tierra apareció en los mares, hace unos  3.800 millones de años. En estos primeros tiempos la atmósfera primitiva carecía de oxígeno y estaba compuesta por amoniaco, metano, vapor de agua y monóxido y dióxido de carbono. No tenía ozono. Por lo tanto era transparente a la radiación ultravioleta que llegaba a la superficie de la Tierra. Todos los planetas del Sistema Solar estaban sujetos a frecuentes impactos de meteoritos y cometas. Los océanos eran poco profundos y la atmósfera aplastante. El vulcanismo era intenso así como las reacciones nucleares.
Durante todo ese tiempo, la vida primitiva se iba organizando y tal vez extinguiendo. Hasta que se dieron las condiciones como para que los seres vivos tuvieran una evolución continua.

Los primeros seres vivos fueron las bacterias. El efecto invernadero provocado por el dióxido de carbono y el flujo calórico del interior de la Tierra cooperaron con las condiciones básicas de la vida. Los primeros organismos eran anaeróbicos (vivían sin oxígeno). Las condiciones cambiantes del medio permitieron que algunas bacterias tomaran el carbono y produjeran oxígeno libre. Estas bacterias conocidas como cianobacterias, encontraron un ambiente propicio para multiplicarse y así multiplicar también la presencia de oxígeno modificando para siempre a la atmósfera. Se cree que el oxígeno es el producto de la mayor contaminación que haya sufrido nuestro planeta, un proceso que se inició hace alrededor de 2.700 millones de años. Cuando el nivel de oxígeno se incrementó por encima del 1 % del nivel actual, comenzó a formarse la capa de ozono. Este hecho fue determinante en la evolución de la vida pues la radiación ultravioleta que llegaba a la superficie fue disminuyendo y los organismos abandonaron el agua para poblar las tierras.
Recientes investigaciones han encontrado algunas posibles evidencias de que los cometas podrían también haber proporcionado moléculas orgánicas para el surgimiento de la vida. 

Un sistema en peligro
Vivimos en un planeta excepcional, quizás único en el Universo: la Tierra. Ese  punto azul que nos trasporta como una nave espacial,  tiene todo lo que necesitamos para vivir. Por eso es nuestro hogar. Aire, agua, tierras, vida, todo interactuando. ¡Y en magnífico equilibrio! Un equilibrio a escala planetaria, un armonioso mundo impulsado por la energía de una estrella a 150 millones de kilómetros.
Y sin embargo, una de las últimas especies en aparecer sobre el planeta, nosotros, los humanos, con nuestra forma de vida moderna, estamos poniendo en juego el futuro de la Tierra. El más urgente de los desafíos es el cambio climático, acelerado más allá de su ritmo natural por un calentamiento de origen antrópico, que fuera anticipado a principios de 1900 por el sueco premio Nobel Svante Arrhenius. Él atribuyó el aumento de temperatura del planeta al incremento del dióxido de carbono atmosférico producido por uso masivo del carbón como combustible.
En la actualidad, la vida moderna  inyecta cantidades de CO2 a la atmósfera como consecuencia de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural). Esto sucede a una escala temporal tan rápida que los sumideros naturales (los océanos y la biosfera) no pueden absorber el gas al mismo ritmo. La consecuencia es un calentamiento global del planeta y otras perturbaciones en el clima que se intensificarán a lo largo de este siglo. Estamos utilizando en nuestra contra una barrera de protección climática, y las consecuencias van a afectar sobre todo a los seres vivos.

Pero, el gran cambio global del planeta es el producido por el crecimiento demográfico, económico y tecnológico de los últimos años. Las grandes urbanizaciones modifican de manera significativa el espacio territorial. Las crecientes demandas de alimentos, de agua, de minerales y de energía  pone en evidencia la escasez global de los recursos naturales.

Se necesita que  modifiquemos conductas individuales y colectivas.

Hagamos algo,  antes de que sea demasiado tarde.

La Tierra


Cuando por primera vez pudimos ver a la Tierra desde el espacio, tuvimos una perspectiva única e inimaginable hasta ese momento. Desde las profundidades del espacio, la Tierra se ve como una pequeña y frágil esfera rodeada por una vasta negrura. Estas vistas espectaculares, despertaron nuestra humildad: la pequeñez del planeta azul frente al inconmensurable universo.  Pero también cambió nuestra forma de comprenderlo.

La Teledetección, de la mano del proyecto LANDSAT (1972), y el uso masivo de las imágenes satelitales  provocaron una verdadera revolución  en la investigación de nuestro planeta. En la actualidad, los programas de satélites y la tecnología espacial se transformaron en fundamentales no sólo para nuestra vida cotidiana sino para la comprensión del real funcionamiento del planeta. Los satélites son como verdaderos “ojos en el cielo” miran hacia la Tierra y permiten monitorear y descifrar sus signos vitales, con precisión  suficiente  como para predecir  cambios futuros. Los satélites tienen la habilidad de distinguir entre los ciclos naturales y los cambios antropogénicos.


"Bienvenidos al planeta Tierra: un lugar de cielos azules de nitrógeno, de océanos de agua líquida, bosques frescos y prados suaves, un mundo donde se oye de modo evidente el murmullo de la vida.
Este mundo es conmovedormente bello y raro;[ ...].
hasta el momento es el único donde sabemos con certeza que la materia del Cosmos se ha hecho viva y consciente".


Carl Sagan, Cosmos 1980


Atmósfera, hidrósfera, criósfera , geósfera y biósfera

Desde el espacio nos damos cuenta que el planeta es mucho más que roca y suelo. Llaman la atención  esos dos enormes mares globales de aire y agua: la atmósfera y el océano.

La Tierra está básicamente formada por diferentes componentes; algunos son sólidos, otros líquidos y otros gaseosos. Las aguas componen la hidrosfera,  los hielos la criósfera, los gases forman la atmósfera y  las tierras  la geósfera. Todos ellos tienen un denominador común: la presencia de vida. La biosfera  es uno de sus  componentes fundamentales.

Todas “las esferas” pueden estudiarse por separado. Sin embargo, cada una de esas partes no están aisladas. Interaccionan permanentemente: el aire con las rocas, las rocas con el agua, el agua con el aire, los seres vivos con el agua, el aire, el suelo y las rocas. Esa interacción puede apreciarse claramente en las zonas costeras: las olas del mar son movidas por el viento que al romper en la costa producen erosión. Una gran variedad de seres se han adaptado a vivir al ritmo de las mareas.  Cada componente se relaciona de alguna manera con los otros para producir un todo complejo  y continuamente interactuante, el siste­ma Tierra.

Debido a su tamaño, su gravedad  y su distancia al Sol, la Tierra  ha podido desarrollar y retener una atmósfera y una hidrosfera. Pero es el agua, más que ningún otro componente, el que hace que el planeta Tierra sea único. El sistema Tierra autorregula su temperatura permitiendo la presencia de agua líquida (entre 0 y 100 grados centígrados). En realidad, los rangos de temperatura son tales que el agua puede existir en su superficie en estado liquido, sólido y gaseoso. Esta condición,  hizo posible la aparición y evolución de la vida como la conocemos.

La hidrosfera actúa como un verdadero sistema dentro del sistema Tierra. Su rasgo más destacado es el océano global que cubre el 71 % de la superficie terrestre y que representa el 97 % del agua de la Tierra.  Por los océanos circulan las corrientes marinas transportando  energía no sólo de un hemisferio al otro sino también a la atmósfera. El agua dulce del planeta, ríos, lagos, glaciares  y aguas subterráneas,  tan importante para la vida,  sólo representa el 3 % de la hidrosfera. Estas características hacen del agua un tesoro preciado y codiciado.





La atmósfera, ese manto gaseoso y delgado que Neil Armstrong llamara la piel azul del planeta,  proporciona el aire que respiramos, nos protege del intenso calor del Sol y de sus peligrosas radiaciones. Los intercambios energéticos continuos entre la atmósfera, los océanos,  la superficie terrestre y biosfera producen el clima; pero también actúan en la circulación de los océanos y en los procesos erosivos.  Todos estos fenómenos son accionados por la energía del Sol. Sin la atmósfera, la meteorización y la erosión no tendrían lugar y nuestro planeta no cambiaría. Se parecería a la Luna.


La geosfera involucra a las rocas y a las tierras sólidas. Examinando los rasgos superficiales más destacados y su extensión global, obtenemos pistas para explicar los procesos dinámicos que conforman nuestro planeta.  


La biosfera es la envoltura viviente del planeta. Es única en el Sistema Solar. Incluye toda la vida en la Tierra desde el suelo oceánico hasta varios kilómetros de altura en la atmósfera.  Influye en el agua, el aire, en las rocas a tal punto que sin la vida, la atmósfera,  los océanos y la geosfera  serían muy diferentes.  Los minerales de la superficie de la Tierra han coevolucionado con los seres vivos. De hecho, hasta dos tercios de los 4.300 tipos de minerales conocidos pueden ser relacionados con la actividad biológica, lo que demuestra la importante conexión entre la biosfera y la geología de la Tierra. Pero la evolución de los seres vivos está a su vez condicionada por la mineralogía. La biosfera es el producto de millones de años de evolución registrada en rocas y fósiles en los sucesivos momentos históricos.


El sistema Tierra es realmente complejo; se encuentra en equilibrio delicado y dinámico: cualquier cambio en uno de sus componentes requiere un cambio en uno de ellos o en todos los demás componentes para restablecer dicho equilibrio. Por ejemplo, cuando un volcán entra en erupción, la lava del interior de nuestro planeta puede fluir en la superficie y bloquear un valle próximo. Esta nueva obstrucción influye en el sistema de drenaje de la región creando un lago o haciendo que las corrientes de agua cambien su curso.


Los seres humanos somos parte del sistema Tierra, un sistema en el cual los componentes vivos y no vivos están entrelazados,  interconectados. Por consiguiente, nuestras acciones producen cambios en todas las otras partes. Cuando quemamos combustibles, construimos muelles a lo largo de la línea de costa, eliminamos nuestros residuos y preparamos los terrenos para cultivo, hacemos que otras partes del sistema respondan, a menudo de manera imprevista.


Para conocer estas múltiples interacciones resulta necesaria la intervención de un conjunto de ciencias, las Ciencias de la Tierra: climatología, oceanografía, geología, geomorfología, hidrología, geografía, biología, entre otras.  En este contexto, las Ciencias de la Tierra adquieren especial importancia ya que no sólo conducen a la educación y a la divulgación sino que sus avances en los últimos años y los avances tecnológicos con los que trabajan, las colocan en una posición clave para la comprensión de la Tierra como un todo.





En el disco, las partículas más pesadas se fueron acumulando cerca del centro; en cambio las más ligeras se desplazaron hacia el exterior. Entre ellas se producían choques y fusiones que generaron estructuras mayores, los planetesimales, que también giraban, chocaban y se fusionaban, formando grandes rocas que fueron el origen de los planetas, satélites y meteoritos de Sistema Solar.

Los investigadores encontraron, recientemente,  en la composición química de los meteoritos que llegan del distante borde del cinturón de asteroides, elementos claves de una supernova. El mismo proceso que dio origen al Sol dio origen a la Tierra y los demás planetas.

Esta teoría es conocida como teoría nebular o planetesimal, tiene su origen en la teoría nebular clásica, elaborada  por Emanuel Kant y Simón Laplace. Existen otras teorías sobre el origen del Sistema Solar pero hasta el momento no han sido convalidadas.

La Tierra se originó entonces por acreción o agregación de la materia circundante cuando se estaba formando el Sistema Solar. A partir de ellos se formaron las distintas capas de este planeta, incluyendo el manto terrestre.






Las elevadas temperaturas superficiales en los planetas interiores y sus débiles campos gravitacionales, hicieron que la Tierra y sus vecinos fueran incapaces de conservar cantidades apreciables de los componentes más ligeros de la nube primordial. Esos materiales ligeros, entre los que se cuentan el hidrógeno, el helio, el amoniaco, el metano y el agua, se evaporaron de sus superficies y  fueron finalmente barridos de la parte interna del Sistema Solar por corrientes de partículas procedentes del Sol, el viento solar.

Poco después de su formación, gradualmente la Tierra comenzó a enfriarse. Algunos elementos empezaron a combinarse y  por  diferenciación química formaron minerales. Los elementos más livianos como los silicatos se combinaron y formaron las rocas del manto, la astenósfera y la corteza terrestre. Al principio la corteza era muy delgada y surcada por fracturas que dejaban salir permanentemente lava incandescente y gas. Los elementos más pesados como el hierro y el níquel, se precipitaron al interior de la Tierra y formaron el núcleo.  Allí, un aumento gradual de la temperatura, la presión y  la densidad con la profundidad, determinaría el probable  estado líquido del núcleo. El movimiento del hierro líquido en el núcleo de la Tierra generó un gigantesco campo magnético a escala planetaria.



domingo, 12 de septiembre de 2010

EL SOL

Es la estrella más cercana a la Tierra y el mayor elemento del Sistema Solar. Las estrellas son los únicos cuerpos del Universo que emiten luz. El Sol es también nuestra principal fuente de energía, que se manifesta, sobre todo, en forma de luz y calor.
El Sol es una estrella compuesta por más de 70 elementos distintos, entre los cuales podemos mencionar al Hidrógeno , Helio , Oxígeno, Hierro, Magnesio, entre otros que llegan a representar el porcdentaje  restante. Es un cuerpo gaseoso aunque algunos la consideran dentro del estado de plasma debido a la alta temperatura a la que se encuentra. Está a 150 millones de kilómetros de la Tierra, su diámetro es aproximadamente de 1´400,000 kilómetros y posee una masa equivalente a 332,000 veces el de la tierra.

¿Qué tiempo de vida tiene el sol?
Sabiendo que aproximadamente cada segundo el sol pierde 4´000,000 de toneladas de materia en forma de radiación, se estima que el sol llegará a agotar la totalidad del hidrógeno en 5´000,000  años.

¿Cuánto dura "un día" en el sol?
La rotación solar dura el equivalente a 26 días 19 horas y 12 minutos terrestres. Es decir, 24 horas del sol equivalen a 643 horas y 12 minutos de la tierra. Obviamente luego de ese tiempo no habrá "noche" tal como la conocemos sino que se completará un ciclo de rotación sobre su propio eje.

Actualmente el Sol se estudia desde satélites, como el Observatorio Heliosférico y Solar (SOHO), dotados de instrumentos que permiten apreciar aspectos que, hasta ahora, no se habían podido estudiar.

Además de la observación con telescopios convencionales, se utilizan: el coronógrafo, que analiza la corona solar, el telescopio ultravioleta extremo, capaz de detectar el campo magnético, y los radiotelescopios, que detectan diversos tipos de radiación que resultan imperceptibles para el ojo humano.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Meteroros, Anillos planetarios y cometas


Meteoros
También se mueven en órbitas alrededor del Sol millones de partículas diminutas llamadas meteoroides. Tienen el tamaño de granos de arena. Cuando un meteoroide entra en la atmósfera de nuestro planeta, se calienta a causa de la fricción y es destruido. Entonces el aire brilla y produce el efecto que conocemos como meteoro o “estrella fugaz”.
Los objetos mayores pueden sobrevivir y alcanzar intactos la Tierra. Se los llama meteoritos. Al alcanzar la Tierra pueden producir cráteres en su superficie.

Anillos planetarios

Los planetas gaseosos Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno poseen sistemas de anillos. El más espectacular es el de Saturno.
Los anillos se componen de millones de partículas de hielo y polvo. No se ha entendido del todo la mecánica de los sistemas anulares, pero, especialmente en el caso de saturno, parece que las particulares anulares son retenidas en su lugar por pequeños satélites “pastores”.

Los cometas

Se los puede describir como “bolas de nieve sucia”. Se cree que se originan en la región conocida como nube de Oort, a aproximadamente un año luz de distancia del Sol.
Están constituidos por un núcleo que aparece como un punto brillante, rodeado de una nube de apariencia circular, transparente y débilmente luminosa, denominada coma (cabellera): cuando un cometa se acerca al Sol, parte del núcleo se evapora para formarla. Muchos cometas exhiben también una cola en forma de un largo haz luminoso, orientado siempre en dirección contraria al Sol.
A veces, los cometas se ven expulsados de la nube de Oort y caen hacia el Sol. La atracción gravitacional de un planeta puede atrapar al cometa en una órbita muy elíptica que lo llevará periódicamente a la proximidad del Sol ( es el caso del conocido cometa Halley, que tiene un periodo de 76 años).
Otros cometas pueden alcanzar órbitas parabólicas abiertas o hiperbólicas. Pasarán una vez cerca del Sol para perderse para siempre fuera del Sistema Solar

Nacimiento del Sistema Solar

… Hace 5 mil millones de años, el Sol y su inmensa y variada corte de mundos eran apenas una promesa. Una masa informe de hidrógeno y helio, apenas salpicada por elementos más pesados. Un desprolijo amasijo de materiales crudos, perdido en un rincón de una galaxia, una de las tantísimas que apenas distraen al universo de sus descomunales vacíos. Lentamente, la gravedad fue tomando las riendas de la situación, probablemente ayudada por la onda de choque de alguna supernova cercana. Y así comenzó a forjarse una estrella, y a partir de los restos de su formación, una multitud de incontables cuerpos menores.
Durante siglos, el origen del Sistema Solar fue uno de los misterios más grandes y apasionantes de la astronomía. Y si bien es cierto que, muy a grandes rasgos, fue un proceso descripto hace más de dos siglos, sus detalles más finos recién pudieron delinearse durante las últimas décadas, a fuerza de observaciones telescópicas muy precisas, misiones espaciales, y complejas simulaciones por computadoras. Más allá de ciertas zonas algo difusas, hoy en día es posible entender los mecanismos que dieron nacimiento al Sol, los planetas (y sus lunas), los asteroides y los cometas. Y por qué son cómo son, y están dónde están.

Primero, el Sol...
Todo comenzó hace casi 5000 millones de años. Por entonces, en un rincón de la Vía Láctea, más cerca del borde que del centro, una nube de gas y polvo de cientos de miles de millones de kilómetros de diámetro -como tantas otras que salpican e integran los brazos espiralados de la galaxia- comenzó a contraerse por acción de su propia gravedad. Pero parece que hubo algo más: teniendo en cuenta la relativa abundancia de átomos pesados (carbono, oxígeno, nitrógeno, magnesio, hierro y otros), los astrónomos sospechan que aquella masa primigenia fue enriquecida por los elementos químicos lanzados al espacio por una supernova relativamente cercana (la explosión de una estrella enorme que, a lo largo de su vida, fue forjando esos elementos en su núcleo). Supernova que, de paso, y mediante ondas de choque, ayudó a acelerar la contracción de aquella masa de gas y polvo.
Durante cientos de millones de años, esa nube siguió contrayéndose más y más, tomando lentamente la forma de un disco en veloz rotación. En la zona central de ese disco, y como resultado de la contracción, la presión y la temperatura fueron aumentando sin parar. Hasta que, pasados unos 400 a 500 millones de años, ese núcleo infernal fue tomando una forma más o menos esférica: era el embrión de nuestra estrella, o el “proto-Sol” (como lo llaman los astrónomos). En cierto momento, cuando la temperatura interna de ese embrión estelar superó los 10 millones de grados, el hidrógeno comenzó a fusionarse en helio. Y entonces si, se encendió el Sol. Una máquina gravitatoria que funciona a la perfección desde aquel lejano entonces, “quemando” su propio hidrógeno, y bañando de luz y calor a todo el Sistema Solar.

... Y luego, los planetas
La estrella recién nacida dejó a su alrededor un desparramo de materiales sobrantes. Un colosal disco de restos que se fueron acumulando, y también diferenciando, hasta formar a los planetas y sus lunas, los asteroides y los cometas.
Los elementos más pesados y menos volátiles, como el oxígeno, el magnesio o el hierro permanecieron más cerca del Sol. Y formaron granos de polvo que, mediante choques y fusiones, se unieron en piezas sólidas cada vez más grandes.
Primero, eran simples guijarros de silicatos y metales. Pero luego de algunos millones de años, esa caliente zona, cercana al Sol, ya estaba poblada de millones y millones de pesados cascotes, de cientos de metros, o incluso, kilómetros de diámetro: eran los “planetesimales”. Ni más ni menos que los ladrillos que terminarían por construir, finalmente, a Mercurio, Venus, la Tierra (y la Luna), y Marte.
Otros materiales pesados quedaron desparramados un poco más lejos, pero nunca llegaron a consolidarse en verdaderos planetas: son los asteroides, reliquias rocoso-metálicas que giran alrededor del Sol entre las órbitas de Marte y Júpiter. Nada es casual: al parecer, fue justamente el poderoso campo gravitatorio de Júpiter el que impidió, mediante continuos “tironeos”, el ensamblaje de los asteroides en cuerpos más grandes. A propósito de Júpiter: su historia y naturaleza, y la del resto de los planetas gigantes, fue muy distinta a la de la Tierra y sus vecinos.

Mundos de gas
La radiación y el “viento solar” (una corriente de partículas que el Sol emite en todas direcciones) de la joven estrella “soplaron” hacia fuera a los materiales más livianos, esencialmente, el hidrógeno y el helio. Y fueron justamente esos gases lo que iban a formar a los planetas externos del Sistema Solar. Sobre este punto los astrónomos no están completamente de acuerdo. Más bien, proponen dos modelos diferentes para explicar el origen de Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno.
El primero dice que estas moles planetarias se gestaron a partir de núcleos sólidos (de polvo y hielo) que fueron atrayendo progresivamente el abundante hidrógeno y helio que había a su alrededor. La otra explicación plantea un proceso más rápido, que prescinde de los núcleos sólidos iniciales, para plantear, directamente, un escenario de veloz contracción de los gases, hasta formar aquellos enormes mundos (que, de todos modos, esconden núcleos sólidos).
Sea como fuere, hay algo que está claro: al igual que los planetas sólidos, los gigantescos planetas gaseosos están donde están, y son como son, por culpa de la distribución inicial de los materiales en torno al Sol recién nacido. Y como veremos a continuación, lo mismo ocurrió con los helados munditos aún más lejanos.

Fronteras de hielo
 Más allá de los planetas gigantes, y debido a las bajísimas temperaturas (del orden de los -200oC o menos), otros gases “soplados” hacia fuera por el Sol (y sobrantes de su formación) terminaron por congelarse, formando un inmenso desparramo de pequeños cuerpos helados. Allí está el ahora “planeta-enano” Plutón, y cosas que se le parecen, como Quaoar, Varuna, Ixion, Sedna y el propio Eris (aún más grande que Plutón). Todos más allá de la órbita de Neptuno, y formando, junto a otros millones de bolas de hielo, el “Cinturón de Kuiper”. De allí vienen, justamente, los cometas de “período corto” (aquellos que tardan menos de 200 años en dar una vuelta al Sol), como el Halley, probablemente lanzados hacia el interior del Sistema Solar por interacciones gravitatorias con sus vecinos.
Otros cometas (los de período largo), vienen de la “Nube de Oort”, una suerte de gigantesca cáscara esférica -formada por miles de millones de pedazotes de hielo- que envuelve a todo el reino solar. Y cuya “pared” interna está cientos de veces más lejos que el “Cinturón de Kuiper”. Hoy en día, esa cáscara de escombros helados, restos vírgenes de aquellos lejanos tiempos de los orígenes, marca el límite material formal de nuestro Sistema Solar.
Una masa de gas y polvo que colapsó hace 5000 millones de años, forjando en su centro masivo y caliente a una estrella. Y a su alrededor, un tendal de materiales, diferenciados según las distancias, que fueron dando origen a planetas rocoso-metálicos, asteroides, enormes planetas gaseosos, y una multitud de pequenas bolas de hielo. Así nació el Sistema Solar. Así comenzó su historia. Una historia más, entre tantísimas otras historias posibles de estrellas y planetas, que existieron, existen o existirán en el universo.

COMPONENTES DEL SISTEMA SOLAR


El  sistema  solar  es una estructura  compleja, compuesta por diversos cuerpos : 
El Sol
Ocho planetascon sus respectivos satélites 
Cometasque rodean nuesto sistema solar  
Material interplanetario de miles de planetas menores  y meteoritos
Asteroides

Estos cuerpos están ligados al sistema por la gravedad.
Se cree que  este  sistema se formó  hace 4600 millones de años por la reunión acumulativa de  una nube giratoria de  gas y polvo que también dio origen al  Sol. La gravedad fue  la fuerza dominante durante  el proceso formativo y en un momento dado se originaron núcleos dentro de la nebulosa solar que más tarde dieron lugar a los planetas que conocemos.